En general, el software es el conjunto de instrucciones o pasos que indican a la máquina (hardware) aquello que debe hacer (Freedman, 1984; Poole, 1999). En este sentido nos encontramos con diferentes definiciones, para Martínez y Sauleda (1995), software es “el componente lógico que dirige el trabajo de la computadora. Reúne al conjunto de programas que regulan el funcionamiento del ordenador” mientras que Sánchez Montoya (1997) lo define como “el conjunto de programas que coordina el funcionamiento de los componentes del soporte físico individual y enseña al ordenador a procesar y obtener los resultados deseados.
A medida que el desarrollo de software ha ido evolucionando, también lo han hecho los procesos evaluativos que lo acompañan. En sus inicios, cuando la preponderancia de los procesos de cálculo eran los que privaban, la evaluación se centraba en los aspectos de tipo tecnológico principalmente; luego al ir avanzando las potencialidades y ser el software, utilizado en entornos educativos, surge la necesidad de establecer un nuevo parámetro de evaluación acorde con el uso que se le estaba dando. Entonces se origina una especie de evaluación bipolar, donde por un lado están los aspectos tecnológicos y por otro los aspectos pedagógicos. Esto se ha mantenido así, incluso a veces planteando un enfrentamiento, más que una complementariedad entre ambos.
Por otra parte centrándonos en la evaluación del software educativo, tradicionalmente podemos ver dos momentos del desarrollo y uso de este tipo de materiales: la evaluación que se realiza durante el proceso de diseño y desarrollo, con el fin de corregir y perfeccionar el programa; y la que se lleva a cabo durante la utilización real que los alumnos hacían del programa, para juzgar su eficiencia y los resultados que con él se obtienen.
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